Por Javier Romanillos (grupo 130, curso 2016-17)
El TAS es una enfermedad mental que se caracteriza por un sentimiento irracional de ansiedad en determinadas situaciones sociales. A pesar de coincidir en el nombre, este trastorno no debe confundirse con la ansiedad social, la cual no es una enfermedad; sin embargo, el TAS tiene como distintivo que la persona que lo padece se ve limitada en su vida diaria por este trastorno, aun a sabiendas que no tiene ninguna lógica el padecer ansiedad en estas situaciones. De hecho, esta sensación de ansiedad es tan intenta, que al TAS también se le conoce como «fobia social’’ debido a que la ansiedad es igual de intensa que en cualquier otra fobia.
Además este trastorno conlleva una percepción distorsionada de la realidad (es un trastorno que tiene un cierto grado de paranoia). Por ello, la persona que lo padece se percibes ser observado y juzgado por el resto de personas, lo que le lleva a realizar ciertas conductas de seguridad y a comportarse de una manera ‘’socialmente deseable’’.
Algunas de estas conductas de seguridad son muy peculiares y difíciles de comprender por alguien ajeno a este trastorno; por ejemplo: evitar el contacto visual, tensar los músculos, estar pendientes de cada paso que dan, con el fin de no desentonar entre el resto, o buscar seguridad en los baños (éste proporciona un entorno de seguridad donde sienten que no son observados)… Estos son algunos ejemplos de estas conductas de seguridad. De hecho, muchas personas que sufren este trastorno, a menudo se refugian en el alcohol y las drogas para evadirse de esta enfermedad (el alcohol al desinhibir, reduce los efectos del trastorno durante el estado de embriaguez).
Por otro lado, el TAS puede ser generalizado, por lo que el sujeto padecería ansiedad en todas las situaciones sociales o, por el contrario, sólo sentir ansiedad en una situación concreta. Normalmente a esta gente no le suele gustar la idea de hablar en público, acudir a fiestas, comer o beber en público…
Este trastorno es relativamente común, pero no por ello es menos grave. Aparece normalmente durante la juventud tras la adolescencia y suele confundirse comúnmente con la timidez. Sin embargo, una persona con este trastorno, no tiene por qué ser tímida; de hecho, es posible que, a pesar de su trastorno, socialice con el resto de personas aunque luego probablemente no acuda a reuniones sociales, fiestas… Evitándolas a toda costa por medio de excusas que prepara de antemano.
A la hora de que aparezca este trastorno, hay dos explicaciones diferentes:
- Una disponibilidad biológica, debido a una mayor sensibilidad y activación fisiológica ante las situaciones nuevas y desconocidas, lo que dificulta la habituación a éstos y predispone a ser condicionado por el miedo.
- Una serie de condiciones psicológicas que aporta el medio externo. Sólo 1/3 de las personas con predisposición a este trastorno terminan por desarrollar la fobia. Ejemplos de estas condiciones son algunos como unos padres sobreprotectores o muy exigentes que eduquen a su hijo/a para que busque el perfeccionismo, la observación de ansiedad social en los padres o un desarrollo excesivo de la conciencia del yo durante el inicio de la adolescencia.
Tanto el primer ejemplo como el último de las condiciones psicológicas pueden llegar a acarrear una autoevaluación excesiva y búsqueda del perfeccionismo, lo que podría influir en la autoestima y la percepción de uno mismo.
EL tratamiento de esta enfermedad, es muy difícil, sobre todo por el desconocimiento general hacia el trastorno y por la enfermedad en sí, que dificulta la probabilidad de recurrir a ayuda clínica. Aun así, esta fobia puede ser tratada mediante condicionamiento, sin embargo, es un tratamiento difícil.
Esta enfermedad permanece a lo largo del tiempo y, como apunté al principio del artículo, limita la vida diaria de las personas:
- En el ámbito académico, supone una amenaza debido a que exigen cierta interacción social, como trabajos de grupo, exposiciones… Esto provoca una menor probabilidad de graduación y mayor fracaso escolar.
- También afecta al ámbito de las relaciones sociales: es probable que quien padezca TAS tenga un menor número de amigos y peores relaciones con familia y pareja (la cual es más difícil encontrar).
- Baja autoestima y sentimientos de inferioridad. El pensamiento de estar siendo constantemente juzgados, les lleva a una peor concepción de uno mismo y cómo se ven delante de los demás. De hecho, una persona con TAS es bastante más propensa a desarrollar depresión que una persona mentalmente sana.
¿Cómo crees que sería tu vida si cada vez que sales de casa lo haces con miedo? ¿Qué pensarías si cada vez que haces algo hay alguien ahí que te diga lo mal que lo haces y te juzgue y critique? Una persona con TAS vive estas cuestiones a diario.
Recursos
https://clinicadeansiedad.com/problemas/fobia-social/fobia-social-origen-y-mantenimiento/