por N (curso 2015-16)
El decir que hay determinadas cosas que no me gustan se me hace muy extraño, aunque si hay algo que me pueda es una cosa: la expresión facial extraña que adquieren algunas personas cuando oyen hablar de que uno ha hecho amigos “por Internet”. Es increíble que en una realidad tan informatizada como la nuestra, todavía no hayamos podido superar la creencia de que toda persona que conozcamos a través de Internet acabará siendo un pederasta que venda nuestros órganos.
A esto se suma el hecho de que no aguanto la expresión “amigos de Internet”, debido a que se deja entrever que las personas que conoces de una forma online, y que puedes llegar a apreciar o, incluso, querer, no pueden ser amigos de verdad. Se toma que las relaciones construidas en base a mensajes en Twitter o conversaciones de largas horas por Skype son menos reales, carentes de significado, que, prácticamente, los mismos intercambios sociales que realizas con las personas de tu alrededor día a día.
Para sentar un poco las bases de aquello que voy a tratar, comenzaré hablando de mi propia opinión en este tema: creo firmemente que un buen amigo debería ser esa persona que off u online, es aquella persona que nos hace salir del cascarón que creamos alrededor de nuestros gustos para evitar sentirnos juzgados. Hacer amigos por Internet no tiene por qué ser esa imagen que asociamos de una persona carente de amistades en la “realidad”, la visión de una persona desesperada por tener contacto social que el medio le ha impedido tener. Internet es el medio que puede brindarte la posibilidad de ampliar el círculo de amigos que, quizás si vives en un sitio pequeño o nunca has cambiado de instituto, creaste hace un tanto.
Una persona muy cercana a mí, me hizo reflexionar acerca de este tema, dejando la reflexión de que, tal vez, lo más duro de conocer a personas por Internet y de entablar relaciones con ellos es, más que la ausencia de contacto físico, la desaprobación del entorno más cercano, sobre todo de los padres cuando aún eres joven. Así, llegó a mí a la idea de romper con la imagen preconcebida que tenemos de que las amistades por redes sociales no son reales, ilustrándolo con el ejemplo que un día escuché. El problema, como bien se ha visto, es que lo primero que nos viene a la cabeza al oír hablar de “amigos de Internet” es el pensamiento de que eso no puede ser bueno. No obstante, a los hechos vividos de esa persona cercana a mí me remito:
«Me he arrepentido de muchas cosas a lo largo de mi vida pero, a pesar de cómo he actuado, no me arrepiento de haber conocido a Pablo. Mentí a mis padres respecto a donde estaba y, aunque estoy castigada para los restos, voy a seguir intentándolo. No me siento comprendida. He encontrado personas maravillosas en Internet, personas con las que realmente encajo y sé que estarán allí para apoyarme. Respuesta de mi madre: que tengo suficientes amigos en el instituto. A pesar de que estos sean personas que solo fingen que les importo, que me juzgan, que me miran por encima del hombro y con las que no me siento a gusto. Su razonamiento fue quitarme la felicidad que había encontrado en una persona extraña a mi círculo más cercano. Tal vez, si a Pablo lo hubiese conocido en clase, esto nunca habría pasado.»
Este ejemplo refleja cómo anteponemos la valía de una amistad hecha en tu día a día, cara a cara, es «mejor» que otra pantalla a pantalla. Sin embargo, estamos equivocados. Una amistad por Internet es como una amistad en la vida real: no puedes acelerarla, ni presionarla, la confianza se construye poco a poco. Son relaciones en las que sientes, padeces alegría, porque te gusta que hayan entrado en tu vida, tristeza, porque a veces simplemente quieres abrazarlas, y, sobre todo, emoción, emoción cuando la conoces por primera vez, que es, curiosamente, la misma cantidad de nerviosismo e inquietud al pensar en ver a esa persona de nuevo, dando igual el tiempo que haya pasado desde la última vez que la viste.
Recuerdo cómo construí mi primera relación por Internet, hace cuatro años. Dejé un comentario en una historia que ella escribió, la cual me pareció estupenda y quise hacerlo saber. Ella me empezó a hablar por el sistema de mensajería instantánea de dicho sitio cuando leyó mi comentario, tras lo cual pasamos enviarnos mensajes usando Twitter y, más tarde, usando Whatsapp, Skype,… Horas que hablaba con ella y pasaban volando gracias a la relación que habíamos construido. Curiosidad: a día de hoy seguimos hablando, nos hemos visto en persona varias veces y sé que nos seguiremos viendo, sobretodo en este verano, en el que ya me dejan más libertad para viajar. Además, hace poco fue su cumpleaños, así que aprovecho para mandarle un abrazo (porque probablemente le obligue a leer esto) y espero que no se le haya roto la tacita que le envíe.
Si hay algo que me gustaría hacer comprender a la gente, algún día, es que no se debería juzgar a una persona cuando te dice que conoció a la persona que más quiere y de la que siempre habla por Chatroulette o a ese amigo con el que siempre cuenta para ir a comer a sitios nuevos por un grupo de Whatsapp dónde ni siquiera sabes cómo acabaste ahí, pero acabaste ahí.
Los amigos que haces por Internet no son diferentes de los amigos que haces en tu día a día. La única gran distancia a salvar es que no pueden estar tan cerca el uno del otro, pero se preocupan y te quieren tanto como tus amigos de siempre. Solo porque dos personas no se hayan conocido cara a cara, que no se hayan “desvirtualizado”, como le gusta decir a mi persona cercana, no quiere decir que no puedan tener una amistad. Algunas personas no tienen la misma suerte que otras para poder conocer a su significante a la vuelta de la esquina. Hay siete billones de personas en el planeta: quién sabe cuáles pueden ser las personas que más te comprendan si nunca te atreves a conocerlas por miedo o por cerrarte a nuevas ideas.
Me despido dándote un abrazo muy fuerte y deseando que por lo menos lo que has leído se te haya hecho interesante.